

Los bebés y los juguetes no tienen género
El juego en la infancia es un gran vehículo de socialización y transmisión cultural, así como una vía para explorar el entorno y nuestras identidades. Y género e identidad van de la mano. Definimos el género como la forma en que todas las sociedades del mundo determinan funciones, actitudes, valores y relaciones que se asignan a hombres y mujeres. Mientras que el sexo hace referencia a aspectos biológicos de machos y hembras, el género es una construcción social con claras repercusiones políticas. Es la sociedad quien elabora el género de una persona.
Es útil hablar de masculinidad y feminidad para referirse al género. Así, podemos afirmar que el género nos enseña a ser niñas y niños, y qué funciones, actitudes, valores y relaciones se esperan entre ellos. El género se aprende, y mucho antes de lo que creemos.
También debemos tener presente que nuestra sociedad patriarcal otorga más valor a todo lo considerado tradicionalmente masculino, mientras que lo femenino suele estar infravalorado o invisibilizado (las tareas del ámbito privado, tradicionalmente femenino, tienen mucho menos valor social y económico que las del ámbito público, tradicionalmente masculino, y a menudo se delegan a terceras personas, normalmente mujeres migrantes, en condiciones de desigualdad).
Por tanto, se deben hacer dos cosas a la vez: deconstruir y erradicar las categorías de género y, aunque parezca contradictorio, aprender a valorar todo lo que pertenece al mundo femenino, para eliminar la jerarquía de género. Si no lo hacemos, tenderemos a masculinizar todo, simplemente porque en nuestra sociedad lo masculino está más valorado.
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La importancia de crecer libres de estereotipos de género
Si niñas y niños desarrollan valores y aptitudes distintas a través del juego, les estamos ofreciendo un desarrollo parcial e incompleto.
Animar a los niños a jugar con muñecas, cocinitas, tiendas, manualidades y todo lo relacionado con los cuidados y lo considerado tradicionalmente femenino, les ayuda a desarrollar empatía, afectividad, sensibilidad, cooperación, creatividad, sociabilidad, entre otros valores clave para construir un mundo más habitable. Valorar también juegos tranquilos y relajados (que no implican pasividad) ayuda a fomentar la paciencia, atención, motricidad fina, memoria, constancia…
A las niñas, animarlas a practicar deporte y juegos dinámicos mejora su psicomotricidad y fomenta actitudes activas en la vida; juegos de construcción y técnicos desarrollan su capacidad espacial y técnica; juegos científicos y relacionados con el espacio público las empoderan frente a la publicidad que limita su mundo al espacio privado del hogar. Es vital evitar modelos centrados en el cuerpo, la belleza, la ostentación, el maquillaje o los peinados, ya que les enseñamos a ser valoradas por su físico, a aspirar a encontrar un «príncipe azul», y a depender de la mirada ajena.
Para educar a través del juego, tanto en casa como en la escuela, hay que intervenir con intención. Así podremos contrarrestar los roles estereotipados y abrir posibilidades. No se trata de prohibir, sino de animar a jugar con todo, independientemente del sexo. Proponer juegos cooperativos, comunicativos, no sexistas ni violentos. Y no olvidar que los juguetes son solo herramientas: podemos jugar sin ellos. Lo mejor que podemos regalar es nuestro tiempo y dedicación. Aunque el juego espontáneo es esencial, debemos estar atentos a cómo se impregna de roles predeterminados por la publicidad o el entorno adulto.

Cómo se aprende el género
Los bebés no tienen género. Somos incapaces de saber si un bebé es niño o niña sin mirar sus genitales. El aprendizaje del género empieza incluso antes de nacer.
Estudios realizados en consultas ginecológicas analizan cómo reaccionan los progenitores al conocer el sexo del bebé por ecografía. Las conclusiones muestran cómo esas reacciones están cargadas de estereotipos proyectados sobre un bebé que ni ha nacido aún. Esto muestra cómo condiciona la ideología cultural lo que significa ser hombre o mujer y cómo educar a esa futura persona.
El género es un aprendizaje cultural, y por tanto varía según el tiempo y el lugar (no es lo mismo ser mujer/hombre en distintos países o épocas). A través del juego y los juguetes transmitimos una identidad de género diferencial, encorsetando a las personas según su sexo, y no permitiendo que desarrollen libremente sus gustos y habilidades.
Durante los primeros meses, el género se aprende principalmente del entorno más cercano: la familia será el primer modelo. Ser conscientes de esto es clave para transmitir, con nuestras actitudes, patrones libres de estereotipos. Pero no es la única ni la principal fuente de aprendizaje: la cultura patriarcal está en todas partes —escuelas, anuncios, cuentos, series, películas, música, arte…—. Todo enseña relaciones de poder y valores. La revolución cultural está por venir. ¡Sumémonos!

Desenmascarando la cultura patriarcal
La desigualdad entre hombres y mujeres no es natural ni inmutable, sino resultado de un proceso histórico y cultural. Una buena forma de ayudar a niñas y niños a entender el mundo y construir sus identidades es cuestionar lo que se presenta como natural o biológico, mostrando que es aprendido.
Debemos acompañar a la infancia cuando ven series o películas, comentando los comportamientos estereotipados que aparecen. O cuando escuchan canciones de moda o ven videoclips. En los cuentos, preguntarnos qué valores transmiten desde una perspectiva de género. Un buen ejercicio: contar cuántos personajes masculinos y femeninos hay, qué roles desempeñan, y cómo se relacionan. Analizar con esta perspectiva cualquier contenido (infantil o no) ayuda a comprender cómo se construyen las identidades de género.
Durante los primeros años, niñas y niños simplemente absorben lo que ven: no tienen capacidad crítica. Somos las personas adultas quienes debemos filtrar los modelos que les ofrecemos.
Actitudes para romper estereotipos en el juego
Adoptar roles no tradicionales con naturalidad al jugar. A la hora de comprar juguetes, evitar preguntas como “¿es para niño o niña?”, y ofrecer diversidad de juguetes pensando en los valores y habilidades que desarrollan. Entender que las preferencias no son biológicas, sino culturales. ¡No tengamos miedo a romper estereotipos! Seamos valientes.

Masculinidad patriarcal
Recordemos: fuerza no es sinónimo de violencia. Muchas veces aún se ofrecen juegos y juguetes que promueven la violencia como forma de actuar. Ayudemos a desarrollar una actitud crítica ante estos modelos.
Comprar pistolas o espadas transmite la idea de que está bien resolver conflictos con violencia. Si juegan haciendo “pistolas” con los dedos, es porque lo ven en la televisión. Vivimos en una cultura donde la guerra y la violencia están normalizadas. Pero si queremos educar para la paz, no compremos juguetes bélicos y seamos claros con los niños y niñas sobre por qué no nos gustan.
Estos juegos no liberan más energía que otros no violentos. Al contrario, fomentan agresividad.
En cuanto a videojuegos, muchos promueven valores sexistas o destructivos. Buscar alternativas será clave.
También podemos aprovechar la publicidad de juguetes para explicarles cómo funciona el capitalismo: las empresas solo buscan vender, no hacer buenos juguetes.
Muchas personas adultas de hoy jugamos de pequeñas con armas de juguete. Pero los valores han cambiado. Así que antes de comprar, pensemos si ese juguete es del pasado o del futuro.

Cómo aprendemos que lo universal es masculino
El hombre representa lo universal, la humanidad, el modelo. No así la mujer. Nuestra sociedad es profundamente androcéntrica. Así, las mujeres son la “diferencia”, la alteridad.
Un ejemplo: los diccionarios anatómicos suelen tomar el cuerpo masculino como modelo. Solo al final muestran el aparato reproductor femenino, como “lo diferente”. Esto invisibiliza lo femenino. Las niñas pronto aprenden a identificarse con lo masculino (lo universal), pero los niños nunca se identifican con lo femenino. Por eso, es necesario mostrar también a la mujer como modelo, para que niñas y niños se identifiquen con ambos géneros.

¿Juguetes con certificado de igualdad?
La Ley de Igualdad establece que la infancia debe crecer libre de estereotipos para poder desarrollar todas sus capacidades. Sin embargo, la mayoría de juguetes se presentan de forma sexista y estereotipada, influyendo en la elección de las familias.
¿Y si las empresas tuvieran que superar un certificado de igualdad? ¿Y si se impulsara desde las administraciones? ¿Ayudaría a las familias a elegir juguetes que no limiten a la infancia? Son cuestiones a debatir si queremos erradicar el sexismo naturalizado en los juguetes.

En 2019, paralelamente a la campaña de sensibilización dirigida a escuelas y familias, lanzamos las II Jornadas Juguemos en Igualdad, con talleres, actividades y cuentacuentos para romper estereotipos desde la infancia, durante noviembre y diciembre en el local de L’hora Lliure.


En noviembre de 2018, llevamos la campaña a varias escuelas de Barcelona con talleres y actividades. Si quieres llevar la campaña a tu escuela desde el AFA (asociación de familias), escríbenos a contacto@horalliure.com.
Cartel de las I Jornadas Juguemos en Igualdad 2018:
